Hay cosas que no puedo digerir, ni asimilar, ni olvidar, ni naturalizar.
Una cosa son recuerdos, anécdotas, sensaciones del pasado.
Otra cosa distinta es aquello que aunque pase el tiempo no puedo digerir.
Es parecido a lo que me pasa cuando me empacho. Difícilmente logro volver a ingerir algo que consumí en exceso, mi cuerpo lo rechaza.
Pero lo que no puedo digerir no es en términos digestivos del cuerpo.
Lo que no puedo digerir, son esas cosas que aunque pase el tiempo, mucho tiempo, cuando me las acuerdo me siguen doliendo y dando bronca.
Lo que no puedo digerir, son esas cosas que me arrepiento de como las hice. O que me pasaron por encima y me molesta como las resolví.
Lo que no puedo digerir, es lo que en alguna parte no puedo transformar y liberarlo. Liviano o Pesado, sea como sea el asunto: no puedo despojarme de eso, no puedo digerirlo y eliminarlo.
Lo que no puedo digerir, es en realidad un poco como el empacho, es lo que en alguna parte de mi ser quedo el registro de que me lastimo excesivamente.
Por ejemplo, no puedo digerir que una alumna de un taller que di hace años me haya robado un anillo que me habían regalado especialmente, y traído especialmente desde muy lejos y elegido especialmente para mi.
No importa el valor material, es tan solo que no puedo digerirlo.
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