Entonces me di cuenta que aquello había sido el principio del fin. Fue un dolor exquisito y filosamente doloroso darme cuenta tanto tiempo después. Y el fin llegó.
Ahora es el inicio de otra cosa. Y cuando se empieza de nuevo una de las primeras cosas que hay que resolver es por donde empezar.
Trascendí mi propia trampa de hacer un plan estratégico imposible de cumplir y decidí empezar por el orden. Y del orden empecé por el orden de papeles.
Mientras revolvía, traía todos los papeles que ordenar y tirar a la gran mesa de la cocina (mi lugar favorito de la casa por su luz). Revisaba papeles y me venía ansiosamente todas las otras cosas que hacer y con esfuerzo me concentraba en revisar los cuadernos de toda mi infancia. Fue ahí que recordé un cuentito que una vez me había leído un docente en una especialización que hice en Educación Social. No me acordaba bien como era, pero si algo de que había que ir de una cosa por vez. Interrumpí mi trabajo y lo busqué.
Casualmente el cuento era del modulo INFANCIA de aquel seminario y si bien su lectura en su momento se vinculaba a otra cosa, a mi me acompasó su recuerdo mientras revisaba todos mis cuadernos de mi educación primaria seleccionando que guardar y que tirar y en el estimulo de focalizar en ir a cada paso, de a un paso por vez. De a una cosa por vez.
Un amigo nuestro iba caminando al atardecer por una playa mejicana desértica. Mientras caminaba, divisó a otro hombre a lo lejos. Al acercarse, notó que el lugareño se agachaba constantemente, recogía algo y lo arrojaba al agua. Una y otra vez lanzaba cosas al océano. Cuando nuestro amigo se acercó más todavía, vio que el hombre recogía estrellas de mar que se habían lavado en la playa y, una y otra vez, las iba devolviendo al agua. Nuestro amigo se sintió confundido. Se acercó y dijo:
- Buenas noches, amigo, me pegunto qué está haciendo.
- Devuelvo estrellas de mar al océano. Ve, en este momento la marea está baja y todas estas estrellas quedaron en la costa. Si no las echo nuevamente al mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.
- Ya entiendo – respondió mi amigo - pero ha de haber miles de estrellas de mar en esta playa. Es imposible agarrarlas a todas. Son demasiadas. Además, seguramente ésto pasa en cientos de playas a lo largo de toda esta costa. ¿No se da cuenta de que no cambia nada?
El lugareño sonrió, se agachó, levantó otra estrella de mar para arrojarla de nuevo al mar y respondió:
- ¡Para ésta sí cambió algo!
"De a una" de Jack Canfield y Mark V. Hansen
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