Agotada dormí hasta que mi perra me despertó a media mañana, pero volví a la cama hasta que mi cuerpo lo deseó.
Sin embargo, hubiese querido compartir mi sábado con la gente de la Jornada que pasaba su último día paseando por San Telmo. Cuando logre amanecer pasado el mediodía, le escribí a Vicky para enviar por medio de ella mis últimos saludos al equipo, ese mismo día arrancaban los vuelos hacía sus países. Trascendí mi cursilería nostálgica de saber que no sabía cuando volvería a ver a esos seres hermosos concentrándome en lo que debía. Aunque aún me quedaba la energía a flor de piel de compartir algo especial y mágico. Pero me metalicé en que aún muy cansada y hasta desganada ese sábado había organizado yo misma juntada a ensayar con mis compañeros del Seminario de Actuación.
Entonces me escapé escurridiza de lo que me ata dulce y tristemente y me fui a la nueva casa de mi amiga de teatro Vero. Pegamos una onda increíble en el grupo de ensayo de esa noche, los temas como un entramado se tejían como incipiente amistad sólida, coincidencias, debates, diferencias. Hasta que en un momento pintó hambre, y como Vero esta recién mudada no teníamos comida ni a donde pedir delivery. Tuvimos que salir a la calle en busca de cena. Estuvimos a punto de ir en auto, pero finalmente caminamos hasta Cabildo y Monroe, y decidimos entrar a un Restaurante. Definimos que comer, lo encargamos y nos sentamos a esperar mientras continuábamos a pura risa el frondoso y jugoso entramado.
En un momento giro mi cabeza hacía el centro del salón. Y en un mismo instante me sucede que veo a una mujer sola y de saco rojo que llama mi atención, que la encuentro desolada y parecida a Annamari (pero ella ya había tomado su avión hacía horas) y que es ella. ¿Pero que hace Annamari sola en Belgrano cuando debía tomar su vuelo hace horas e ir al encuentro con su hijita que la extraña en España? Me mira y la miró, nos quedamos heladas. Y en el mismo instante se me representa ella misma en flashback diciendo: "Es que me pasa siempre, yo creo que piso el Aeropuerto y lo avisan para cancelar los vuelos, cada vez que viajo mi vuelo, justo mi vuelo tiene cancelación" y así fue. Cuando logramos salir de la perplejidad pudimos movernos y abrazarnos. Luego me senté frente de ella como queriendo comprender y luego de un rato cuando pudimos dejar de decir "no lo puedo creer". Me explicó que pocas veces se sintió tan sola como en esa cena que estaba teniendo hasta en contra de su voluntad. El vuelo se cancelo y de EZEIZA la mandaron a un hotel en Belgrano (quién no conoce Buenos Aires debe saber que hay más de 40 km entre un lugar y otro) y como el hotel no contaba con Restaurante le dieron un voucher para cenar en ese lugar. Y no quería ni moverse del hotel de la tristeza y desesperación contenida de no poder llegar a tiempo a ver a su niña quien contabiliza cada noche que pasa sin su mamá. Pero vaya a saber cuando volvería poder comer, tenía una larga noche hasta que la volverían a trasladarla a Ezeiza, y ya no tendría vuelo directo a su ciudad si no con escalas. Entonces todo le resultaba devastador y de una soledad profunda con el contraste de haber pasado un día rodeada de gente y una semana intensamente rodeada de gente. Pero aquí estaba sola en una ciudad que no conoce, un Barrio que no sabía ni donde estaba, y sin nadie a quien recurrir. Y yo no se por que cantidad de causalidades y casualidades termino en ese mismo momento y lugar. La perplejidad nos tenía asombradas, tanto que no encontrábamos las palabras de contarles a mis compas de Teatro la situación. Ella me miraba y decía "no logro explicarme como suceden estas cosas, yo que soy de querer explicarlo todo ¿Es que tenéis ideas de las probabilidades que hay de que pase algo así en una ciudad enorme como esta?".
Annamari estaba tan pérdida que logre convencerla de que las cosas son por algo entonces que lo mejor era que venga a vernos ensayar. Y terminamos la noche todos juntos en la casa de Vero.
Cuando llegue a mi casa, tenía una sensación de protagonismo cinematográfico y no por las escenas ensayadas. Me sentía completamente feliz por todo lo que me paso esa noche, tenía 4 nuevos y maravillosos amigos. Y sabía que muy poca gente en el mundo podría compartir y entender lo que Annamari y yo habíamos vivido esa noche... de sentir una conexión más allá de la realidad. Y ella me miraba como si volviera a rescatarla, igual que hacía dos noches atrás, en medio de la oscuridad, y yo tan solo había ido por comida a una cuadra de lo de mi amiga en un barrio que frecuento normalmente.
Me dormí en calma y subestimando que el domingo aún me esperaba otro día con destellos de felicidad.
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